Entrevistamos a Sinuhé Lozano, consultor internacional de AHIC, sobre la importancia del seguimiento y la evaluación de entidades públicas.
P. Hola Sinuhé, gracias por acceder a esta entrevista. Desde tu experiencia profesional, ¿qué papel juega el seguimiento y la evaluación en la gestión de entidades públicas?
R. Hola. Gracias a vosotros. La gestión de lo público, y en particular el seguimiento y evaluación de lo público, juega un papel primordial en cualquier territorio, sea un país o una ciudad. Se dice que hay tres actores en cualquier plan que involucre a una sociedad: el individuo, la comunidad y las instituciones. Aunque tenemos mucho que aprender sobre estos tres actores, sobre sus interacciones, y sobre el papel que juegan en la construcción de sociedades, nos centraremos en el tercero: las instituciones públicas. El sentido común nos dicta, al menos, dos cosas: que nada es permanente, que todo sufre desgaste, sean máquinas o entidades; y que nada es definitivo, que todo evoluciona y requiere reajustes basados en el aprendizaje. Como en el centro están las personas, muchas veces el problema es de actitud, de motivación, pero otras veces no es que no se quieran hacer bien las cosas, sino que no se sabe cómo hacer correctamente las cosas. Por tanto, solemos enfrentarnos a una necesidad de formación. Y cuando se hace un análisis más a fondo, comprobamos que la solución a problemas de mala gestión o de gestión desfasada viene acompañada siempre de una adecuada formación que incorpore todos estos aspectos. Claro, también se identifican carencias, por ejemplo, de herramientas o tecnologías adecuadas. Pero al final, son las personas las que van a usar esas nuevas herramientas y tecnologías, así que volvemos al papel esencial de la formación en toda planificación y evaluación. Además, lo público es un bien común, es de todos y suele vincularse a servicios esenciales como la educación, la sanidad, los recursos o los suministros básicos. Esto es más notable en entidades públicas pero de gestión independiente, es decir, el tipo de entidades autónomas que suelen ser privatizadas en muchos países. Imagina una familia que vive en un hogar sin los medios básicos para alimentarse, educar a sus miembros, cuidar de su salud, disponer de energía y agua, etcétera. Imagina que esta familia espera sentada a que alguien le solucione lo esencial. Lo mismo sucede con lo público, y debemos ver lo público como algo nuestro, como una extensión de lo nuestro que reclama nuestra participación responsable, como ciudadanos y como potenciales gestores. Imagina la importancia que tiene, por tanto, la correcta gestión de lo público, y el seguimiento y evaluación correspondientes. Imagina qué importante es involucrar a las comunidades a las que las instituciones han de servir, en la planificación y evaluación.
P. Mencionas varias cosas. Una de ellas, «la correcta gestión de lo público». ¿Cómo es una correcta gestión de entidades públicas?
R. Es una pregunta muy difícil de contestar. Pero ya hemos mencionado la importancia de incorporar la formación de manera integral a dicha gestión, seguimiento, evaluación, etc. Esa formación puede contribuir a que los actores se sientan motivados y se apropien, en el buen sentido, de la responsabilidad para mejorar la sociedad, es decir, para servir al bien común. Hoy en día se habla cada vez más de buena gobernanza. Partimos de que todo es mejorable. Desde nuestra experiencia internacional, además, sabemos la enorme diversidad de contextos sociales y culturales que enriquecen y condicionan la labor. Para una correcta gestión, hay que conocer la trayectoria y el trasfondo de la institución o entidad a la que se desea asistir. Y hay que saber leer la realidad que nos toca vivir, no sólo en un país determinado, sino globalmente. Los tiempos han cambiado y las demandas son totalmente distintas a las de hace un siglo, por ejemplo. Lo mismo sucede con las nuevas oportunidades que surgen. Pero hay algo universal y es lo siguiente: cualquier proyecto o entidad que quiera prosperar y aportar su parte al mejoramiento de la sociedad, ha de estar firmemente basado en valores.
P. Muy interesante. Se generan varias cuestiones. La primera de ellas: ¿cuál es la realidad actual que comentas?
R. Vivimos en un mundo donde los desafíos no entienden de fronteras. No hace mucho, la gestión y evaluación de lo público contemplaba apenas lo económico. Hoy en día es imposible disociar lo económico de lo social y de lo ambiental. Los gobiernos han implementado políticas en clave de triple balanza y el seguimiento de sus entidades públicas incorporan estas dimensiones. Han crecido las sensibilidades humanas hacia el cambio climático, hacia la justicia social y la buena gobernanza, hacia una prosperidad para todos y una participación real por parte de todos. El deshielo nos afecta a todos. El aire contaminado lo respiramos todos. El riesgo de un conflicto nuclear nos atemoriza a todos. El cambio en el mundo es comparable al crecimiento de una persona que pasa por su infancia, adolescencia y juventud, en este caso, colectivas. La unidad del género humano, en toda su diversidad, es el punto de inflexión en la historia colectiva, lo estamos viviendo, y marca el trascendental paso a la edad adulta. Hemos crecido físicamente, tecnológicamente, muchísimo en el último siglo y medio. Como un adolescente que da el estirón. Pero no podemos seguir haciendo las cosas como se hacían en nuestra infancia o adolescencia colectiva. Esa es, ilustrativamente, nuestra lectura de la realidad actual. Pero hay más aspectos, como una correcta lectura, también, de la naturaleza del ser humano. Nos acercamos a los gobiernos como si nos acercásemos a personas allegadas. Nos importan de verdad. Estamos todos en el mismo barco.
P. Antes has hablado de valores. ¿A qué te referías, exactamente?
R. Me refiero a valores universales como la honestidad, la unidad, la justicia, el amor, la solidaridad, la generosidad y un largo etcétera. Hoy, decía, se habla de buena gobernanza. Sin honestidad, sin unidad, sin justicia, sin compasión, ¿qué institución, familia o país puede prosperar? Para nosotros, las personas siempre están en el centro de nuestro servicio de consultoría y de formación. Y los valores universales que distinguen al ser humano, en el centro de nuestros planteamientos, desde el principio hasta el final. Escuché hace años que no se puede construir una civilización de oro con individuos de plomo. Por tanto, vemos a cada persona como un ser único con talentos y capacidades, que merece nuestro respeto y consideración. Cuando trabajas así, ves resultados asombrosos, y recibes recompensas, más allá de lo profesional y lo económico, que le dan un sentido más profundo y duradero a lo que hacemos.
P. Es curioso que estemos hablando de valores en relación con el seguimiento y evaluación de entidades.
R. Sí, lo es. Pero no es «buenismo» de palabra. Es un enfoque muy poderoso que nos ha ayudado a cambiar mentalidades y rumbos en instituciones y personas. Porque las capacidades están ahí, y es clave ayudar a liberarlas. Permite que añada lo siguiente en relación con nuestra actividad en varios continentes. Como europeo y, por cierto, español, de lo cual me siento orgulloso, reconozco las victorias científicas, sociales y en otros ámbitos que Europa ha logrado a lo largo de siglos. Pero es un gran error caer en la arrogancia y pensar que el futuro pasa por ayudar a otros países y continentes a copiar nuestras bondades. Cada pueblo tiene una contribución única a la futura civilización. Todo el planeta está en desarrollo. No unos países sí y otros no. Cuando te acercas a personas y gobiernos con una actitud humilde, llena de respeto, pero que va más allá de la tolerancia, una actitud honesta de querer aprender y comprender juntos, porque ves la riqueza cultural y de experiencias en cada rincón del mundo, cuando te mueve esta actitud genuina, recibes ese mismo respeto y consideración. El resultado es un avance y un aprendizaje común. Se genera una visión unida bien asentada en motivaciones profundas. Al igual que hay valores universales, hay principios comunes. Creemos en la unidad, pero nuestra lectura de la realidad es la siguiente: ningún gobierno o pueblo es el ejemplo perfecto a seguir, pero cada pueblo debe jugar su papel en esta empresa global. Un mundo unido por valores y principios comunes nos espera a la vuelta de la esquina. Ojalá no tardemos en darnos cuenta, porque mientras tanto el mundo sigue sufriendo. Por tanto, es necesario revisar las premisas sobre las que pretender asesorar o formar a cuadros de funcionarios, o a altos cargos de un gobierno. El impacto no será el mismo, y eso es algo que hemos aprendido. Así que es una responsabilidad ofrecer nuestra mejor versión, y ayudar a otros a mostrar su mejor versión también.
P. Has mencionado la planificación. ¿Qué papel juega una buena planificación en la gestión pública?
R. Se le suele dar demasiada importancia al éxito y al fracaso. Sin embargo, cuando el foco se pone en el aprendizaje, partes de una premisa: lo peor que puede ocurrir es que aprendas. Es una idea que, cuando es interiorizada, te libera del temor a fracasar y te ayuda a centrarte en el proceso, aprendiendo a desentrañar los desafíos que se presentan a cada paso. Cuando algo sale mal, en vez de buscar culpables, se aprende a buscar soluciones. En el mundo actual, hay muchos aprendizajes y cambios de mentalidad en campos específicos, que son aplicables a otros ámbitos. Por ejemplo, los aprendizajes en el campo del desarrollo para motivar y activar personas y comunidades. O las metodologías de planificación AGILE, SCRUM, etc en el mundo tecnológico. Nuestra transversalidad en AHIC nos ayuda a canalizar aprendizajes de unos campos a otros campos. Para una entidad pública es esencial aprender a planificar de forma realista. Solemos recomendar que en los planes se implementen ciclos de tres meses que permitan revisar las metas y direcciones a corto plazo, a la luz de la experiencia que se va acumulando en la acción, marcar nuevos objetivos realistas y evaluarlos de la forma más sencilla posible, identificando qué factor es limitante, y suele tener siempre una respuesta formativa: bien sea capacitar a más gente, o ayudar a desatascar aquellos aspectos limitantes mediante formaciones específicas que liberan nuevas capacidades antes inexistentes. Cuanta más capacidad tiene la organización o comunidad, más alto se puede esperar llegar. Y en el camino, vamos aprendiendo en la acción sin perder demasiada energía en la búsqueda, como decía, de culpables. El crecimiento es, por tanto, proporcional a la capacidad. Y al hablar de capacidades, no sólo las técnicas. Por ejemplo, alguien puede ser buena persona pero, ¿cómo desarrollar la capacidad de crear un entorno de unidad en una entidad, que fomente una visión y una voluntad unidas, que contribuya a resolver conflictos de manera pacífica y constructiva? Estos aspectos van de la mano y, a la larga, son más importantes en una organización que otros aspectos cuantificables.
P. Con todo lo que explicas, ¿cómo definirías la propuesta de AHIC a entidades públicas?
R. Nuestra propuesta de seguimiento y evaluación de entidades públicas es más un proceso curativo y formativo, que uno punitivo y cuantitativo. Nos centramos más en los logros y fortalezas, porque sobre ellos es más eficaz apoyarse para avanzar, que en los errores. Y cuando identificamos deficiencias, revisamos las capacidades existentes para planificar de forma realista y responder al desarrollo de nuevos recursos humanos capaces, motivados y formados que puedan responder desde dentro a esos nuevos objetivos y desafíos. Los indicadores y los números, por supuesto, son esenciales al hablar de seguimiento y evaluación de entidades públicas. Sin embargo, solemos centrarnos primero en los pilares, en los actores: las personas, la comunidad a la que sirve la entidad, y la propio institución, normalmente, un gobierno, un ministerio, o bien, en otros contextos, instituciones locales.
P. ¿En qué se diferencia, entonces, un experto de AHIC de otros expertos?
R. En primer lugar, aclarar que rehúyo del concepto de experto. El mundo necesita menos expertos y más personas con valores y comprometidas. En la medida de lo posible, evitamos ese término. Por otro lado, nuestro enfoque no invalida la fantástica labor que realizan otros profesionales especializados de otras consultorías. Procuramos evitar comparaciones, que suelen ser odiosas. Al revés, intentamos aprender de otros profesionales con la suficiente humildad, pero también, con la suficiente responsabilidad para cuestionarnos las cosas y ampliar nuestra visión independiente de la realidad. Para alcanzar resultados distintos, y el mundo necesita desesperadamente resultados distintos, hay que hacer las cosas de forma diferente. Pero los experimentos tienen que tener una base. No improvisamos, pero solemos dar siempre un margen a la innovación controlada y evaluada.
P. Volviendo a la planificación y evaluación de entidades públicas, qué tipo de herramientas usáis?
R. En mi caso, por ejemplo, a lo largo de los años he aprendido que lo sencillo es mejor que lo complejo. Si puedo resumirlo todo en una sola hoja y en unos pocos indicadores relevantes, mejor que presentar un dossier de doscientas páginas. Se puede planificar con herramientas sencillas pero que tendrán el mismo o mayor impacto que herramientas complejas, porque al final, son personas las que van a utilizar esas herramientas, y tendemos a complicar las cosas, en un elevado porcentaje de los casos, innecesariamente. Lo mismo con el lenguaje que usemos, que puede bloquear el desarrollo de capacidades, o alentarlo. Lo que sucede hoy en día en el mercado es que se da demasiada importancia a un marketing superficial que venda «patentando» soluciones de consultoría a entidades públicas. Es una forma de justificar el valor de las propuestas. Es como el lenguaje jurídico, que lo entienden sólo los iniciados en leyes. Pero la justicia como valor universal está por encima de ese lenguaje por momentos complicado. Preferimos el marketing responsable que forma e informa y permite que quienes han de tomar decisiones, en este caso los gestores públicos, las tomen bien informados, de forma responsable, sin patentar soluciones salvadoras bajo un nombre llamativo, con siglas o acrónimos ingleses, que es lo que está de moda para vender más.
P. Formar e informar. Es decir, ¿la información es parte de la formación?
R. Exactamente. La formación engloba todo el proceso de comunicación bidireccional entre beneficiarios y servidores de lo público, y el marketing se contempla en ese contexto, como indicas, pero va más allá. Por eso vemos tan importante integrar la formación en el propio proceso planificador y de evaluación, y ayudar a la organización a generar conocimiento de dicho aprendizaje consciente. Hay toda una ciencia de la evaluación de la evaluabilidad y de los procesos de evaluabilidad alrededor del seguimiento y gestión de entidades públicas, y es muy interesante. Es necesario conocerlo y comprender cuándo estamos evaluando políticas y cuándo programas, cuándo es necesario dar más énfasis al control, a la inspección o a la auditoría, y cuándo a la investigación. Pero preferimos siempre ver de dónde partimos, contemplar a las personas protagonistas en el centro, y construir sobre lo ya logrado en procesos trimestrales de planificación, acción (y formación paralela), evaluación y celebración de logros (qué hemos aprendido, siempre los hay) y vuelta a la planificación reflexiva sobre lo logrado y aprendido y de nuevo a la acción. Con el tiempo, la capacidad se desarrolla y permite alcanzar hitos de complejidad relevante, pero esto ha de llegar en el momento adecuado, no antes.
P. Ya a título personal, ¿qué te aporta tu trabajo con entidades públicas?
R. Te puedo asegurar que el acompañamiento a entidades públicas es una de las actividades más gratificantes que puede haber en el campo de la consultoría y la formación. Nuestro objetivo, el mío en particular, va más allá de pretender impresionar con un lenguaje técnico rebuscado ni con fórmulas mágicas «made in los expertos de turno», y espero que no suene irrespetuoso. Creo en las personas, especialmente en los jóvenes. Somos seres sociales, por tanto, creo también en el poder de las comunidades. Pero nos queda el tercer actor: las instituciones. El desapego entre los otros dos actores y el tercer actor es un síntoma de enfermedad social. Soy de los que pienso que no es nada fácil gobernar, así que, antes de criticar, recordemos dos cosas: quienes gobiernan también son personas, y son personas sometidas a presiones y equilibrios de fuerzas que no podemos imaginar. La política no es sólo lo que hacen los políticos, quienes están en un gobierno o en un parlamento. La política verdadera está en la calle, en los vecindarios. Por ejemplo, en África hay modelos tradicionales de participación comunitaria de los que ojalá aprendiésemos los europeos para cambiar lo que entendemos por política. Lo que vemos en la tele es una política muy polarizada y partidista, en vez de ser consensuadora y participativa. Miremos con ojos diferentes, dejemos que fluya la energía positiva en todas nuestras interconexiones. Cuando un gobierno recibe cariño genuino de su gente, automáticamente, cambia su forma de entender y aplicar la gobernanza. Y lo mismo sucede al revés, cuando la gente siente el compromiso y consideración por parte de quienes les gobiernan. Lo mismo entre gobiernos de distintos países. Claro, no es todo tan fácil ni tan bonito, ya quisiéramos, ¿verdad?
P. No es fácil pero, como dices, busquemos unidos las soluciones, en vez de buscar culpables. Ha sido muy interesante. Muchísimas gracias, Sinuhé, y mucho éxito en los próximos proyectos de AHIC y también en otros proyectos personales.
R. Gracias a vosotros y lo mismo os deseo. Estamos aprendiendo continuamente, y eso sólo sucede cuando estás en movimiento y conectas tus acciones a las fuerzas constructivas de la época que vivimos.